Visitas agidulces

El viento fresco del campo llegaba a raudales donde se encontraba el hombre relajado en su hamaca. El día de trabajo de hoy había sido duro. Ser agricultor no es para nada un trabajo fácil. No podía dejar de pensar en todas las cosas que le faltaban por hacer todavía. Su esposa había salido y no sabía a donde había ido. Lo habían dejado solo con su sobrino que había llegado de visita.
Ese niño para él siempre había sido demasiado mimado. Para tener 17 años aparentaba tener menos y se comportaba como tal. Nunca hacía caso cuando lo mandaban a hacer alguna cosa, así sea la más esencial. En ese momento no sabía dónde se había metido y salió a buscarlo, aunque su cuerpo se quejara por ello, porque siempre que se le dejaba solo hacía de las suyas. Definitivamente al hombre no le gustaba para nada que ese chico lo fuera a visitar y menos cuando iba a pasar tanto tiempo con ellos. Esas vacaciones iban a ser muy largas.
Mientras caminada en busca del chico, por la mente del hombre pasaban una cantidad de cosas terribles que podía estar haciendo el invitado. Sus brazos, piernas barriga y espalda estaban sudados a causa del calor insoportable que estaba haciendo en aquel lugar. El sonido de los animales abrazaba el lugar, como era de costumbre en ese sitio. El hombre se empezaba a desesperar porque no encontraba al chico; no estaba ni en la sala, el baño, patio, cuartos, o cualquier lugar en el cuál siempre acostumbraba estar, a no ser que estuviera entre los animales o en los largos senderos donde se sembraban los cultivos, lo cual no creía, porque siempre se había mostrado apático a las cosas del campo. El hombre decía que ese niño era un chico mimado de papi y mami, por lo que siempre discutía con su mujer, lo llamaba gruñón, pero ni él sabía por qué le molestaba tanto la presencia de aquel chico que no le había hecho absolutamente nada.
El hombre fue a buscar al chico entre los cultivos a ver si estaba por ahí, haciendo quien sabe qué. Y efectivamente ahí estaba, pero no esperaba encontrarlo como lo hizo. Este estaba recostado contra un roble entre los cultivos casi tan bien escondido como para no ser descubierto. Tenía los ojos cerrados, su respiración un poco acelerada y el calzoncillo hasta las rodillas. Su mano hacía movimientos muy suaves alrededor de su pene. Se notaba que lo estaba disfrutando.
—¡Erick! ¿Qué se supone que estás haciendo, hombre? —le riñó el hombre al chico, aunque no podía negar que estaba disfrutando el espectáculo.
El chico, Erick, al darse cuenta que lo estaban observando pegó un brinco. El susto fue impresionante. Intentó tapar su tremenda erección para que su tío no viera más de lo que debería hacerlo un familiar. El bóxer parecía una carpa de circo. En los ojos del chico se notaba la desesperación por bajar su erección, pero estaba tan excitado que si no se corría en ese momento sentía que iba a explotar.
Su tío se acercó despacio hasta donde estaba él y le preguntó que qué se suponía que estaba pensando, tratando sin lograrlo de no mirar la erección que su sobrino trataba tanto de esconder. “¡Joder, sí que era grande para un chico de su edad!”. El chico no tenía más cabeza que para lo que estaba por explotar entre sus piernas. Su tío le pareció tan salvaje, tan campesino, tan macho en ese momento que no se pudo controlar y le acercó hacia sí y lo besó, incrustándole su creciente erección en la pierna. Su boca sabía al café de la mañana, un olor agrio le llegó hasta la nariz de la boca de su tío, pero no le importó, es más, hasta le gustaba.
El hombre se sobresaltó cuando su sobrino lo besó, pero sin saber por qué respondió al beso con pasión, como si llevara años esperándolo; tal vez así había sido, sino que no lo había querido aceptar. Tantos días en los que había visto cómo iba creciendo su sobrino, convirtiéndose en hombre: adquiriendo vello corporal y facial, anchándosele los hombros y dejando de lado sus facciones de niños para por fin llegar a ser un hombre. Nunca lo había admitido, pero le excitaba ese chico.
El beso estuvo cargado de morbo y excitación por parte de los dos hombres. El más chico restregaba su erección contra la del hombre que no se hacía esperar por llenarse de sangre y demostrar su gran tamaño. Cada vez el beso se hacía más intenso. Ambos estaban alcanzando la máxima excitación. Se acariciaban todo el cuerpo sin discriminar ninguna parte. El chico no se aguantó más y se sacó la camisa, haciendo lo mismo con la de su tío. El vello del torso de su tío era tan prominente que le dieron ganas de pasar su lengua por ahí y detenerse en sus pezones. Lo hizo. Siempre conseguía lo que quería.
Mientras recorría el torso de su tío con la boca, el hombre no paraba de pensar en lo loco que se estaba volviendo todo eso: su sobrino, el cual había visto desde pequeño e incluso había bañado en muchas ocasiones, hoy estaba ahí excitándolo como nunca lo habían hecho, ni siquiera su mujer, con la que había vivido durante tantos años.
El chico se deleitaba con el sabor salado del cuerpo de su tío, a causa del sudor, que parecía a punto de estallar de placer. Recorrió chupando, mordiendo y lamiendo todo el pecho y abdomen de su tío. No específicamente en ese orden. Cuando llegó a la parte baja de su abdomen, se detuvo para soltar el pantalón rasgado y sucio de tanto trabajo. El olor que salía de la entrepierna de su tío era esquicito. Nunca creyó que un olor como aquel pudiese llegar a excitarle tanto; era de esos olores fuertes que en la cotidianidad a nadie gustan, pero con la libido en su máxima expresión son el manjar más exótico.
El vello púbico de su tío era aún más prominente que el del pecho y abdomen. Su deleite no conocía límites. Comenzó explorando todo el lugar absorbiendo todo el olor que se producía ahí. Empezó recorriendo con la lengua el gran miembro de su tío, chupando y lamiendo como si no hubiese un mañana. El hombre apretaba el trasero para no venirse. Su sobrino lo hacía muy bien, no lo podía negar. El sube y baja de su cabeza sobre su miembro lo tenía loco.
Imaginase todas las formas en las que le podía acabar con la virginidad de su sobrino mientras este lo masturbaba era lo que lo tenía tan excitado. Cuando no pudo más recorrió el cuerpo de su sobrino con sus granes manos hasta llegar a su pene, en el cual se entretuvo muy poco, dando paso a su ano, donde no lo pensó dos veces para meter su primer dedo. El chico se sorprendió al sentir el enorme dedo de su tío, pero no dijo nada, le gustaba. El rose del ano de su sobrino en sus dedos despertaba aún más su deseo, imaginando que en vez de ser su dedo fuese su pene el que estuviera en ese lugar. En ese punto ya no pedía ser complacido, lo exigía.
El desespero se apoderó del chico y pidió a su tío que lo complaciera por fin con su enorme miembro. El hombre le pidió que se apoyara en el robre donde anteriormente estaba el chico tumbado masturbándose, para así tener una mejor vista del increíble trasero del chico, el cual siempre había admirado en secreto. La penetración fue sin preámbulos. El hombre penetró al chico hasta el fondo con dureza por el nivel de excitación en el que se encontraba, el chico casi llorando le rogaba que se lo sacara. Así lo hizo el hombre, lo que menos quería era hacerle daño a ese pobre chico. El tío se disculpó y el chico aceptó sus disculpas haciéndole otra mamada, pero esta vez más húmeda para lubricar su miembro mejor. El hombre complacido no dijo nada mientras su sobrino trabajaba.
A la siguiente penetrada el chico no se quejó tanto por lo dilatado que se encontraba, el ingreso de su pene dentro de su sobrino fue un éxtasis total para el hombre, estuvo a punto de correrse, pero no dejó que sucediera. El chico tomando el papel dominante comenzó a culear, empezando con calma y aumentando el ritmo cada vez más, como si fuera un experto en aquello; a lo mejor y ni era su primera vez como lo imaginaba su tío. Después de soltar un rato el mando, el hombre retomó su papel dominante colocando a su sobrino completamente en cuatro mientras los penetraba en perrito, duro y sin compasión. La presión era tanta que el chico creía que en cualquier momento se le iban a salir los ojos. Lo estaba disfrutando demasiado.
El chico no dejaba de gemir, sus gemidos eran tan fuertes que por la cabeza del hombre pasó una repentina alarma de que alguien pudiera oírlos, pero después se le olvidó por completo, ya que estaba entretenido cumpliendo dos de sus tantas fantasías sexuales: tener relaciones con un familiar y estar con un menor de edad.
El cambio de posición fue repentino y brusco. El chico quedó bocarriba sin saber cómo colocar sus piernas en esa posición, como cualquier inexperto. El hombre le agarró las piernas al chico, colocándole los pies en sus pechos. El chico, adolorido de la espalda por el busco cambio de posición, estaba a punto de estallar en éxtasis. Sentía que su cuerpo ardía por la brusquedad con la que lo trataba su tío, pero le gustaba, era una sensación extraña, que en otras circunstancias no había aceptado.
Al hombre le excitaba las caras que hacía su sobrino ahora que le puede ver el rostro, se nota que lo está disfrutando y eso lo enciende más. Los ojos del chico están casi en blanco, su respiración está acelerada, los susurros y gemidos de su sobrino hacen que su deseo aumente. Ya ha estado a punto de venirse alrededor de tres veces y no puede permitírselo. Está haciendo su máximo esfuerzo para no venirse.
El chico mostrando lo salvaje que también puede llegar a ser empuja a su tío contra el suelo provocándole un fuerte dolor en la espalda, casi tan fuerte como el que sufrió él. Sin dejar protestar al adolorido hombre el chico se encarama de su tío colocando cada pierna a los lados de su regado, se deja penetrar por el gran pene de su pariente y comienza a cabalgar como si no hubiese un mañana. La piel de su sobrino estaba casi tan sudada como la suya, aunque al él no se le pegaban los pelos a esta básicamente porque no tenía y eso le gustaba. No se contuvo más y pasó su lengua probando el sabor salado del sudor de su sobrino, le gustaba y al chico aún más.
Mientras sentía el increíble pedazo de carne que tenía dentro y lo hacía disfrutar tanto, el chico no pudo contenerse más y dejó que su cuerpo explotara en placer. El semen del chico fue tan potente que lubricó todo el torso peludo de tu tío que incluso le llego hasta la boca, la cual se tragó sin protestar algo que sorprendió mucho al chico, porque jamás creería que algo así podía pasar.
El hombre viendo como su sobrino estallaba en placer, y sintiéndose satisfecho por ello siente que es el momento de que él también lo hiciera. Casi no alcanza a voltear a su sobrino y volverlo a colocar en perrito para embarrar el trasero de su sobrino en su liquido blancuzco con ese olor particular, pero lo consigue. El culo de su sobrino queda completamente lleno de su semen que le entran unas ganas enormes de pasar su lengua por ahí, pero esta vez sí se contiene de hacerlo.
—Quien diría que tendrías un culo tan rico —exclamó el hombre entre suspiros intentando recuperar su voz, después de ambos incorporarse y darse el último beso. Ese, sin duda, había sido el mejor polvo de su vida.
—Y quién diría que usted podría reventar tan bien un culo —respondió el chico con su tono tan pedante que lo caracterizaba—. Debo admitir que me encantó el castigo por hacerme una simple paja, no me quiero imaginar el tremendo trío que puede surgir si me encontrara teniendo sexo con alguien más. Habría que intentarlo. Cosas como estas deberían repetirse más seguido.

El chico no espera una respuesta del atónito hombre, le giña el ojo y se marcha a la casa a enjuagarse y pensar lo rico que estuvo todo aquello. Y sin duda este tipo de castigos se siguieron repitiendo. Esas vacaciones iban a ser muy largas.

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